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LA COLECCIÓN REAL DE FOTOGRAFÍA

El Archivo General de Palacio y la Real Biblioteca atesoran algunos de los más emblemáticos ejemplares de la historia de la fotografía, entre los que se encuentra la serie de vistas marinas de Gustave Le Gray (Villiers-le-Bel, Val-d’Oise, 1820-El Cairo, 1884).

Desde que se diera a conocer la fotografía en el reinado de Isabel II, el nuevo arte pasó a con- formar una parte importante de las colecciones reales. El retrato, el registro de sus coleccio- nes artísticas, las grandes obras públicas, los eventos culturales, los desastres naturales, así como la más rica serie de vistas, no sólo de capitales europeas sino alcanzando también a muchos países del Próximo y del Lejano Oriente, son algunos de los temas que integran lomejor de estos fondos fotográficos.

Figuras como Charles Clifford, Jean Laurent, Ángel Alonso Martínez, José Martínez Sánchez, el infante Sebastián Gabriel de Borbón, la compañía fotográfica Napoleón, Pedro Martínez de Hebert, Enrique Facio, Ludwik Tarszeński (conde de Lipa), Jules David, André Disdéri, José Muñoz y Gaviria (vizconde de San Javier), Louis Vernay (conde de Vernay), William Atkinson, José Spreafico, Altobelli y Mollins, o los hermanos Bonfils, entre otros, acreditan el importante acervo fotográfico de Patrimonio Nacional.

BIOGRAFÍA DE GUSTAVE LE GRAY

Jean-Baptiste Gustave Le Gray, figura central de la historia de la fotografía europea, nació el 30 de agosto de 1820 en la localidad francesa de Villiers-le-Bel (Val-d’Oise), en el seno de una familia de comerciantes. Se licenció en Letras, pero pesó más su interés hacía el mundo del arte y en 1842 entró como alumno de Paul Delaroche en la Escuela de Bellas Artes y como copista del Louvre. En 1843 viajó a Roma para estudiar a los grandes maestros y la cuna de nuestra civilización. Allí contrajo matrimonio con Palmira Leonardi, con quien formó una numerosa familia. De regreso a París en 1847, continuó su labor en el Louvre y después en el Gabinete de Estampas de la Biblioteca Real. En 1848, tras experimentar con la daguerrotipia, ensayó con el uso del papel encerado como negativo.

Un año más tarde inauguró su primer estudio en la capital gala, con la intención de hacer de la fotografía su auténtica profesión. Abrió su laboratorio al público y admitió a estudiantes ansiosos por conocer la experiencia directa de la práctica fotográfica. En 1850 publicó su primer manual sobre el tema, Tratado práctico de fotografía sobre papel y sobre vidrio, y sumaría otros dos hasta 1854. Fue seleccionado junto a Auguste Mestral, Édouard Baldus, Henri Le Secq e Hippolyte Bayard por la Comisión de Monumentos Históricos francesa para participar en la Misión Heliográfica en 1851. Simultáneamente a sus experimentos y enseñanzas, llevó a cabo importantes encargos, como el de Philippe de Chennevières de los salones celebrados entre 1851 y 1853, y el de Napoleón III y Eugenia de Montijo de inmortalizar a su hijo, el príncipe Napoleón Luis. Realizó también otros retratos, pero sobre todo son de máximo interés sus vistas de los bosques de Fontainebleau. En 1855 se traslada al n.o 35 del Boulevard des Capucines, desde donde se fragua su periodo más brillante. Sus paisajes marinos tomados entre 1856 y 1857 en las costas de Normandía y en el Mediterráneo marcaron el cenit de su carrera. En 1857, el citado emperador le encomendó registrar las maniobras militares que se celebraron en Châlons-sur-Marne y el posterior encuentro de la flota francesa con la inglesa en Brest y Cherbourg, añadiendo nuevas series de tanta belleza e interés periodístico como las predecesoras.

A pesar del éxito alcanzado, la mala gestión de su empresa obligó a su disolución en febrero de 1860. Tragedias familiares sucesivas influyeron en el abandono de su hogar y motivaron su marcha a Oriente Próximo, junto a Alejandro Dumas padre, con objeto de ilustrar su viaje a Sicilia y el Mediterráneo. Esta nueva oportunidad, que parecía ofrecer al fotógrafo la esperanza de un regreso espectacular, devino en una imprevisible cadena de circunstancias que precipitaron su caída. Realizó un extraordinario reportaje sobre las ruinas y las barricadas de Palermo, y en Alejandría aprovechó para interrumpir su empresa con el escritor. Se instaló en Egipto como maestro dibujante de los hijos del gobernador, a la vez que continuó haciendo fotografías hasta su muerte en 1884.

LA SERIE VISTAS DEL MAR

Gustave Le Gray reivindicó el papel artístico de la fotografía, alcanzando la mayor admiración y reconocimiento por la serie de marinas tomadas entre 1856 y 1857. Quince positivos conforman esta exquisita colección de paisajes, realizados en distintas sesiones, los primeros en la costa atlántica de la Alta Normandía próxima al puerto de Le Havre, y el segundo grupo en el puerto mediterráneo de Sète y sus proximidades costeras. Con su magistral manejo de la luz, entendida en toda su trascendencia, al tiempo que experimentaba sus posibilidades técnicas, Le Gray se propuso afrontar el reto de dominar la captación del mar. La notable reducción de los tiempos de exposición que ofrecía la revolucionaria técnica del colodión húmedo, de la que fue pionero, le impulsó a profundizar en la fotografía instantánea. Para ello, la naturaleza se convirtió en su principal campo de ensayo. La imposibilidad de registrar simultáneamente la mar y el cielo sin perder definición le llevó a combinar dos negativos: uno para los celajes y otro para la superficie marina, unidos en la línea del horizonte, singularmente potenciada.

La emblemática serie de paisajes marinos de Le Gray fue expuesta por primera vez en Manchester, en la exposición Tesoros Artísticos del Reino Unido de 1857. El reconocimiento que alcanzó fue unánime, al representar la incursión de la fotografía en el género más afamado de la pintura inglesa, perfectamente interpretado por J. M. William Turner, cuya obra era bien conocida en Francia. Fue considerada en su época por Marc-Antoine Gaudin, crítico de arte de la revista La Lumière, como «el evento del año» por sus logros técnicos, estéticos y comerciales. Se distribuyó en forma de álbum bajo el título de Vistas del Mar, considerado como un icono de la edad de oro de la fotografía.

Las imágenes se presentan con los sencillos marcos de media caña dorados que realizó el fabricante de muebles Antonio Girón para exponerlos en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, tras su ingreso en la Real Biblioteca. Allí permanecieron hasta decidirse su custodia en el Archivo General de Palacio con el resto de los fondos fotográficos.

La Real Biblioteca registraba la llegada de este preciado conjunto con fecha de 16 de marzo de 1859, en una «cartera de terciopelo encarnada con vistas fotográficas de Puerto de Mar».

La exposición muestra quince fotografías de la famosa serie de Marinas de Gustave Le Gray. El conjunto llegó a la Casa Real en el año 1859, durante el reinado de Isabel II, y se conserva en el Archivo General de Palacio.