Pocas fechas en la historia de la humanidad son tan cruciales como el 12 de octubre de 1492. Dos mundos absolutamente diferentes se encuentran tras un viaje hacia lo desconocido. El Antiguo Mundo entraba en contacto con nuevas tierras y nuevas gentes, cuya propia existencia modificaba por completo los fundamentos sobre los que se asentaba la cultura europea.
Dos obras referencian a la perfección el momento del encuentro entre estos dos mundos acaecido en el ocaso del siglo XV, un periodo excepcional marcado por la aparición de la imprenta, que permitió una difusión del conocimiento hasta entonces inimaginable y al que el Nuevo Mundo no sería ajeno, por un lado la “Grammatica” de la lengua castellana de Antonio de Nebrija, publicada y presentada ante la reina Isabel en Salamanca en 1492, el primer libro impreso que se centra en las reglas de una lengua romance, herramienta fundamental para la difusión del español en América ; y por otro, el Códice Tro-Cortesiano, uno de los cuatro únicos códices maya conservados, también datado en el siglo XV, vestigio de una altísima cultura milenaria, legado escrito de un pueblo que, por medio de jeroglíficos e ideogramas, registraba su historia, su genealogía, sus asuntos religiosos y conocimientos astronómicos.
Un mundo diferente se abría, también en su espacio, cuyas dimensiones habían aumentado enormemente, una cartografía diferente, nuevas rutas, nuevos pueblos, nueva vida. La carta universal elaborada por el marino cántabro Juan de la Cosa, la más antigua obra conocida en la que aparece el continente americano, ilustra con un verde intenso los territorios recién descubiertos; años después, la interpretación cartográfica realizada sobre la cartas remitidas por Americo Vespuccio a Lorenzo de Pier Francesco de Medicis, en la que relata el viaje por tierras americanas entre 1501 y 1502, representa por vez primera un continente aislado, un Mundus Novus.
Nada volvería a ser igual.